July 11, 2023July 11, 2023 Escritor y viajero: el complemento perfecto “Un hombre sale de viaje y es otro quien regresa”. Así se describe la experiencia de Peter Matthiessen, quien en 1973, fue parte de una expedición a la Montaña de Cristal, para estudiar los hábitos del bharal o cordero azul himalayo y con la esperanza de ver a su depredador natural, un hermoso felino que vive en la meseta del Tibet. No solo que Matthiessen tuvo suerte, sino que aquella aventura le permitió navegar también por su mundo interior, lo cual lo plasmó en una joya literaria, “El Leopardo de las Nieves”. Para la autora Fernanda Trías, parece contradictorio que la escritura, en sí misma una tarea interior y sedentaria, esté tan íntimamente ligada al viaje. La literatura occidental nace con un viaje, el periplo de Odiseo para volver a Ítaca, y en la primera novela moderna, un hidalgo y su escudero emprenden tres viajes que les depararon múltiples aventuras. Muchos escritores fueron obsesivos viajeros: Hemingway, el navegante; Edith Wharton, la motociclista… Los ejemplos son muchos. Reitera que escribir y viajar se parecen bastante. En ambos nos enfrentamos a lo desconocido. “Cuando escribo, comienzo con una idea preconcebida, aunque vaga, que se irá transformando en el camino y que, casi seguramente, terminará siendo algo distinto de lo esperado. Así también ocurre con los viajes: llegamos con una serie de prejuicios y nos vamos con algo mucho más complejo y lleno de matices. (…) Yo viajo cuando escribo. Y viajo y escribo para saber quién soy, para entender qué queda de mí cuando nada de lo que me rodea habla de mi pasado; para pensar de dónde vengo y de dónde no.” Esta experiencia de vida que nos regala el Creador, es para aprender, pero también para recordar. Aprendemos cuando viajamos, al conocer nuevos lugares, culturas, sabores, colores, amigos o amores. Quizás por ello, asumimos que el tiempo transcurre más lento, porque se activan todos nuestros sentidos y estamos expectantes de nuevas sensaciones. Así también, viajar nos pone literalmente los pies sobre la tierra, porque nos reconocemos iguales y recordamos que lo único que necesitamos para comunicarnos es poner nuestra mejor sonrisa. Al final, aquel viajero y las personas con las que interactúa, crecen en conocimiento y compasión. Por eso, el escritor, que tiene la habilidad innata de contar historias y es apasionado a viajar, puede compartir sus vivencias a través de otros caminos, los de la literatura. Con este arte, se utilizan géneros de ficción, como herramientas para transmitir un mensaje, que en el caso de los escritores viajeros, es el de compartir el aprendizaje que han tenido en la escuela de la vida. Fernanda Trías tenía razón. Mis cuentos están basados en los recuerdos de los viajes a lugares fantásticos, como aquella vez que visité la Estación Biológica Tiputini y pude conocer las “palmas que caminan” o aquel día que navegué por el estuario de San Lorenzo y visité los restos de la cultura Tolita. También cuando recorrí la Isla de San Andrés, en donde me enamoré de una guapa colombiana en la Cueva de Morgan. O más reciente, al visitar Italia y tomar un tren por los alpes suizos. Como dijo García Márquez, otro trotamundos, “hay que vivir para contarla”. Les invito a comprar mi libro de cuentos “Secretos del Yasuní” disponible en el siguiente enlace. Artículos creativaescritorescriturainspiraciónpaisajesprofesiónviajerovivencias